Los hombres estamos hechos para la aventura, para la lucha, para la conquista. Es lo que está grabado en nuestro ADN. Si dejamos de luchar, si dejamos de lanzarnos a la aventura y a la conquista, si nos dejamos llevar simplemente por la masa, por lo que dicta la sociedad aburguesada, dejamos de ser hombres, dejamos de ser varones, nos traicionamos a nosotros mismos y terminaremos traicionando a muchos otros, que esperan, que necesitan que seamos hombres de verdad, hombres que luchan por ideales nobles y elevados. La primera en ser traicionada, después de nosotros mismos, será la amada. ¿Cuántas historias hemos escuchado de príncipes o caballeros valientes que luchan por rescatar a la princesa que está aprisionada en el castillo del rey malvado? Toda mujer quiere ser una princesa, toda mujer sueña con su “príncipe azul”, toda mujer anhela que alguien venga “a rescatarla”, un héroe que demuestre su amor luchando por ella. Son mujeres reales, muchas veces decepcionadas porque sus “príncipes azules” no eran más que piratas, falsos amigos o amantes que las despojaron de todo y las dejaron sin nada, vacías, avergonzadas de sí mismas. En vez de luchar por ellas, en vez de ir juntos a la conquista, en vez de embarcarse juntos en una fascinante aventura, terminaron siendo ellas “su aventura” o “su conquista”. Tan desilusionadas han resultado tantas por lo que ven que se preguntan: ¿existen todavía aquellos los príncipes azules? ¿Existe todavía alguien que sea capaz de luchar por mí y hacerme parte de una gran aventura, la del amor verdadero? Hace poco me decía una joven de 17 años: «estaba hablando con un amigo al que conozco de años, y uno de estos días que salíamos como amigos, igual que siempre, me dijo que yo le gustaba y todo eso. Me alegré y me ilusioné, pero cuando le hablé sobre la castidad de pronto me rechazó, me dijo que en una relación eran fundamentales las relaciones sexuales y que las parejas “se toquen” para que se conozcan más. Eso me decepcionó totalmente y me puso muy triste». Aquí vemos a un “hombre” que no es capaz de luchar por una princesa. La endulza con palabras halagadoras para seducirla, para conquistar su cuerpo mas no su corazón, para despojarla de aquello que es tan valioso para ella: su pureza. En realidad, no la ama a ella, sino que se ama solo a sí mismo, ocultando su inmenso egoísmo detrás de su argumento: “para que la relación funcione, para que nos conozcamos más”. Es el típico lobo disfrazado de oveja, que queda al descubierto apenas ponen a prueba su pretendido “amor”. Un tipo así no es un hombre de verdad, es tan solo un “macho”, un predador. Pero, ¿qué es un hombre de verdad? Un verdadero hombre es un héroe, capaz de luchar y sacrificarse a sí mismo por el bien de su amada, capaz de pelear por ella hasta liberarla de todo peligro, rescatarla del castillo del rey malvado y llevarla con él a un lugar seguro. Es, además, aquél que tiene una misión en la vida y hace partícipe a su amada de esa misión, es quien hace partícipe a su amada de una aventura, y no hace de ella “su aventura”. Sin duda hemos visto Star Wars, o Karate Kid. Es común ver películas en las que el joven inexperto, autosuficiente, impetuoso, es educado y forjado lentamente por un Maestro. El joven posee las capacidades, las condiciones para ser un gran luchador, un Jedi, un Maestro, un Héroe, pero necesita entrenarse, necesita cambiar su modo de pensar autosuficiente, necesita aprender a dominar sus pasiones, sus impulsos, sus energías… el Maestro lo guía y acompaña en ese camino exigente, hasta que el chico descubre quien es él, su misión en el mundo, su llamado a la aventura, a la conquista. Entonces se convierte en un hombre de verdad, en un héroe, en un caballero capaz de rescatar a la princesa de las fuerzas del mal, capaz de liberar reinos enteros y vencer a sus enemigos más poderosos. Otra joven de 17 años también me compartía su testimonio hace poco, para alentar a otras jóvenes «que se sienten frustradas porque “el príncipe azul” no llega, como alguna vez me sentí yo»: «A medida que fui creciendo y viendo todo el daño que sufrían conocidas al iniciarse en las relaciones prematrimoniales, me di cuenta de la importancia que tiene vivir la castidad… A fines del 2012 conocí al que hoy es el amor de mi vida… En cuanto él me confesó que estaba enamorado de mí, fui muy clara y le dije que si lo nuestro llegaba a algo serio, yo no iba a tener relaciones sexuales hasta casarme. Para mi sorpresa él me respondió que, porque me amaba, iba a respetar mi decisión. Sinceramente no podía creerlo, era la primera vez que escuchaba que un chico que no se había formado en mi ambiente aceptara, sin oponer ninguna resistencia, mi forma de noviazgo… Después de un tiempo, decidimos dar el paso y nos pusimos de novios. Un mes más tarde, oficializamos e hicimos la promesa de vivir nuestro noviazgo en castidad. Con firmeza, él se ha comprometido —teniendo a Dios por testigo— a jamás tocarme ni un pelo, pues sabe del daño que me haría. Afirma que la cosa más hermosa que le pude haber dicho es que no iba a tener relaciones hasta casarme. Sabe vivir con alegría su castidad y guarda la enorme esperanza de poder pertenecerme en cuerpo y alma cuando nos casemos. Tiene la valentía de decir ‘no’ cuando se le han presentado ocasiones y también no duda en alejarse para no caer. Sinceramente es admirable». He allí un luchador, un joven que por amor a su amada se está forjando en el dominio propio, en el control de sí mismo, en la conquista de sus propios impulsos y fuerzas sexuales. Esos hombres sí existen, los príncipes azules sí existen, y las jóvenes decididas son capaces despertar en ellos su espíritu guerrero. Este joven nos recuerda que no hay mayor conquista para el hombre que la conquista de uno mismo, y que sin esa conquista es imposible amar de verdad a la amada, pues cuando uno obedece a sus “necesidades” u “hormonas”, o piensa que lo fundamental para conocerse es el sexo, el “amor” no hace más que despojar a la amada de todo lo que ella pueda ofrecerle. Los jóvenes que hacen La Opción V están comprometidos en esta aventura, son hoy los discípulos que aspiran a ser Maestros en el dominio propio, Caballeros que luchan por sus princesas. Sabemos que este entrenamiento no es fácil, pues la principal guerra la tenemos dentro, pero también sabemos que no es imposible porque contamos con la fuerza que nos viene de Dios. ¡Él pelea con nosotros! Sabemos también que de cada uno de nosotros depende que las mujeres sean respetadas y amadas de verdad, y que muchas de ellas aprendan a amarse y respetarse a sí mismas. Son cada vez más las que necesitan ser rescatadas de la mentira de que el sexo las hará felices, del miedo de que nadie las aceptará si no se entregan sexualmente, y de la inseguridad que les causa el creer que nadie es ni será capaz de dar la vida por ellas. Y tú, ¿quieres ser parte de esta casta de hombres valientes y decididos? P. Jürgen Daum + Inspirado en la obra de John Eldredge, Wild at Heart * ¡Este Blog es un espacio creado para ti! Tú también puedes enviarnos tus preguntas, testimonio o reflexiones a laopcionv@gmail.com, con nuestro compromiso de guardar tu identidad en la más absoluta reserva. Con tu colaboración y participación podremos ser cada vez más quienes creemos que el amor verdadero sí existe, y que el camino para alcanzarlo es la castidad! ** Todas las publicaciones en este Blog son de propiedad de La Opción V. Pueden ser difundidas libremente, por cualquier medio, consignando siempre la fuente. 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